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Sam Taylor-Johnson, 2015 (Novela: E.L. James) |
No es posible el cambio si no afrontas tus antagonismos, si no los integras. Esto viene a decir mi amiga Esther Marín en La (re)evolución social a través del cine, un libro en el que analiza los cambios argumentales de las películas más taquilleras de las últimas décadas. Y, curiosamente, por él llegué a Cincuenta sombras de Grey, un fenómeno de audiencias del que me alejaban muchos prejuicios.
Pues bien, tras verla me he dado cuenta de algo singular, y es que el término discreto/a y sus derivados encajan muy bien con muchos aspectos de la película, más allá de ser, ella misma, una película discreta.
Lo mismo puede decirse de la sala de juegos, del chófer, de las secretarias... todo discreto.
Incluso, personajes inicialmente entrometidos como las madres de los protagonistas, o la compañera de piso de Ana, terminan manteniéndose comedidos y formales.
Por otro lado, podría parecer que la opulencia y el exceso, tan presentes a lo largo del film, son contrarios a toda discreción. Pero también caen dentro de su órbita (¿quizás por estar relacionados con su deseo oculto?). Nos lo recuerda la locución a discreción: al antojo o voluntad de alguien, sin tasa ni limitación.
En cuanto a los juegos de perversión, ¿qué tal la etiqueta de discrecionales (algo que se hace libre y prudencialmente)?
Por último, y sin dejar el diccionario, encontramos que una magnitud es discreta si toma valores distintos y separados. Sugerente, ¿no? Pensemos en las camas de los amantes, o en los futuros capítulos en formato serie que la propia película anuncia. Lo discreto como opuesto a lo continuo. La RAE nos propone un ejemplo muy apropiado: la sucesión de los números enteros (como la de los puntos en los que se divide el contrato entre Ana y Grey, o las sombras de éste) es discreta, pero la temperatura (o el color) no.
Considerando esta última acepción, el coqueteo subliminal con lo discreto (que acaba siendo atracción fatal, sino) se aprecia también en el título original en inglés, Fifty Shades of Grey, un nombre ambiguo que admite la traducción de "50 tonos de gris".
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Fuente: 50sombrasspain.com |
Volviendo al principio, a la discreción global, decir que para mí la película no consigue hacer magia; es decir, ajustar sus segmentos constructivos discretos a una función bella y genuina*, algo que si ocurriera los haría pasar realmente desapercibidos.
Dicho también de otra forma: en los momentos en que se necesita, a Cincuenta sombras de Grey le falta continuidad en la discreción.
O quizás es que no se podía.
*En el film, la discreción también se manifiesta en forma de servidumbre y supeditación absoluta al libro del que se parte, algo que a su vez sintoniza con una tendencia generalizada (también intra-argumental) en la que la imitación y el convencionalismo se imponen a la creatividad.
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