Y ante este deseo puro, y no ya acomplejado o miedoso de sí mismo, ante él sí, ¡mascarillas fuera!
lunes, 13 de abril de 2020
La pureza
Hay en esta situación tan extraordinaria que vivimos, en esta pandemia global que confina a la mayoría, oprime a muchos y mata a tantos, hay en ella digo algo que desde el principio me ha parecido misterioso. Se trata del carácter invisible de su causa (carácter que para algunas personas llega incluso hasta la simple inexistencia, como ocurre también en animales, plantas y calles). Sí, el temible virus que asedia nuestro espacio público (y el pecho de algunos familiares, amigos o vecinos), es al mismo tiempo inapreciable a la vista. Está, pero no está. Podríamos decir que su presencia es cristalina, diáfana, intangible, vacua, inadvertida, latente, secreta, irreal.... transparente. Pues bien, pensando sobre esta peculiar transparencia del germen que nos afecta, he visto que solo habría otra con la cual podría compararse: la transparencia de una ILUSIÓN (o de un conjuro). Y ello, porque además de su misma naturaleza inmaterial (a la vez que contagiosa, intransigente, inespecífica y universal), tiene la ilusión una fuerza o potencia diferida igualmente arrolladora, cuando, por ejemplo, se realiza, o cuando se frustra (hasta el punto de llevar en este caso a algunos cuerpos también al colapso). Por eso, y viceversa, pienso además que las actuales circunstancias están siendo un formidable escenario de expresión para el verdadero padre de la ilusión (y tan importante para nosotros como lo es el aire para respirar): me refiero al deseo (lo podemos llamar vida, o amor). Y en estos días, campa soberano por espacios llenos de tiempo, filtrándose, descarado y libre (transparente!), en el cuadro anómalo de nuestras existencias (léase también balcón, o Facebook).
Y ante este deseo puro, y no ya acomplejado o miedoso de sí mismo, ante él sí, ¡mascarillas fuera!
Y ante este deseo puro, y no ya acomplejado o miedoso de sí mismo, ante él sí, ¡mascarillas fuera!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)