miércoles, 4 de julio de 2018

Azul

En la entrada anterior, Gris, analizaba la película Cincuenta sombras de Grey (Sam Taylor-Johnson, 2015; novela: E.L. James, 2011) y concluía que ésta podría haber quedado atrapada en una especie de "campo de fuerza" o "vórtice lingüístico" discrecional del cual no logró escapar (va por Lacan). Debido a ello, y según se dijo, la película acabó siendo, ella misma, discreta (aun intentando precisamente lo contrario).

No obstante, a Cincuenta Sombras de Grey debe reconocerle una virtud que es a la vez consecuente e inesperada: la de registrar, aunque sea de una forma recóndita y extravagante, el valor de la discreción.


Más allá de la discreción

Pero además, hay un segundo aspecto por el que le estoy personalmente agradecido al mundo Grey. Algo que, curiosamente, vuelve a ser una contribución sacrificial: la oportunidad que me ha dado para encontrar otras obras que, teniendo su misma temática de fondo, sí han resultado ser creaciones redondas.

Quisiera hablar aquí de ellas.

Antes de nada, por supuesto, ¿de qué temática de fondo estoy hablando? Sí, a mi entender, la sustancia última de Cincuenta sombras de Grey (aunque superficialmente tratada) es la entrega consciente a alguien que manda o dirige, así como el viaje hacia la libertad personal a la que dicha entrega puede indirectamente conducir. Paradójico, y controvertido.

En cuanto a esas otras obras apasionantes que sí se sumergen en el asunto, me referiré, en primer término, a la genial canción I follow rivers (Lykke Li, 2011) y a la no menos maravillosa* película La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche, 2013). Dos piezas de arte que, además, acabaron juntas en mutua y estelar resonancia.



Me centraré sobre todo en la canción I follow rivers. De La vida de Adèle, simplemente decir que su protagonista, la joven Adèle (memorables tanto la actuación de Adèle Exarchopoulos como su personaje), se ve arrastrada hacia una tormentosa relación con una chica lesbiana mayor que ella, de actitudes masculinas y dominantes, y que tiene el pelo teñido de azul (también irá a esperarla a la salida del colegio). La Vida de Adèle está basada en un cómic de 2010 de Julie Maroh, "El azul es un color cálido" (en Cincuenta sombras de Grey el color dominante y cálido vendría a ser el gris). De hecho, en inglés, la película fue distribuida bajo el nombre de "El azul es el color más cálido".



Siguiendo ríos, se llega al mar

Vayamos con la canción de Lykke Li, I follow rivers. Un tema precioso ante el que es difícil no caer rendido: pegadizo, dulce, feliz; te invita al baile inmediato. Y con un mensaje central claro: "yo te sigo".

A continuación ofrezco una traducción-interpretación algo libre de su letra. Para ello me he apoyado en el vídeo original de la canción, que da claves importantes para entenderla (más adelante lo presentaré). También he tenido en mente, como comprobación, a Grey. Así ha quedado:

I follow rivers

Oh I beg you, can I follow?
Oh I ask you, why not always?
Be the ocean, where I unravel
Be my only, be the water where I'm wading

You're my river running high
Run deep, run wild

I, I follow, I follow you
Deep sea baby, I follow you
I, I follow, I follow you
Dark doom honey, I follow you

He a message, I'm the runner
He the rebel, I'm the daughter waiting for you

--

Yo sigo ríos

Oh te ruego, ¿puedo seguirte?
Oh te pido, ¿por qué no siempre?
Sé el océano, donde yo me descifro
Sé mi único, sé el agua por donde voy pasando segura

Tú eres mi río fluyendo alto
Corre profundo, corre salvaje

Yo, yo te sigo, te sigo a ti
Mi niño profundo como el mar, yo te sigo
Yo, yo te sigo, te sigo a ti
Dulce amor mío encadenado y oscuro, yo te sigo

Él un mensaje, yo soy quien busca
Él el rebelde, yo soy la hija esperándote


Se podrían decir muchas cosas de la letra, pero destacaré solo un pequeño fragmento: "Dulce amor mío encadenado y oscuro". Pienso que aquí se evidencia y concentra algo importante, y que vuelve a conectar con Cincuenta sobras de Grey: el carácter sufriente del líder y la capacidad sanadora de quien le sigue.

También incluyo a continuación algunos comentarios que hace la propia Lykke Li sobre el significado de su canción:

"Es como cuando estás perdidamente metida en algo, te encuentras dentro de una especie de situación destructiva, muy desigual. Te empuja el deseo, y el deseo puede conducirte a un lugar muy oscuro, ya sean drogas o amor, y te sientes indefensa, sin fuerzas". (www.songfacts.com)

Personalmente, me sorprende esta posición tan negativa de Lykke Li respecto a una letra y a una música que rebosan ilusión. Sin embargo, es justo la misma que enfrenta la protagonista de La vida de Adėle. Parece que en ambas hay una curiosa conexión entre seguir a alguien y verse atrapada en ello. Simplemente dejo el apunte.

Llega el momento de prestar atención al vídeo original de la canción. En él se cuenta una pequeña historia que yo calificaría de drama romántico. Como adelanto, decir que tanto la historia como los tonos fríos de las imágenes (entre el gris y el azul) contrastan con la calidez de la canción, de la misma forma que lo hacían los comentarios de Lykke Li:


El vídeo comienza con la imagen de una playa inapacible e inabarcable, en un lugar estepario totalmente nevado. Tierra adentro, vemos a un hombre andando con mucha dificultad sobre la nieve. Parece abatido. En ocasiones, mientras avanza, se apoya en los troncos de unos oscuros árboles que encuentra a su paso. Intermitentemente, acelera. Y mira hacia atrás. Da la impresión de querer huir de algo. Y dirigirse a algún sitio. Tras ello, la imagen cambia y nos muestra, en ese mismo paraje, entre brumas gélidas, la figura estática de una mujer completamente cubierta de negro. Es una figura siniestra, desubicada e impersonal. Parece la muerte. Aunque lo que impera en ella es el misterio. ¿De dónde ha salido esta mujer-muerte-misterio? (Creo saber algo al respecto; volveré a ello al final). De nuevo vemos al hombre. Continúa caminando con perturbadora aflicción. Sin detenerse, mira otra vez atrás... y ve que la mujer le sigue. Suena el primer "I, I follow, I follow you deep sea baby". La cámara intercala ahora imágenes de ambos caminando sobre la nieve con primeros planos de ella, quien, determinada, le sigue sin ceder distancia; y, en ocasiones, acortándola. La seda negra de su vestimenta ondula al viento. En cierto momento, se desprende el velo que le tapaba el rostro, haciendo acto de presencia la humanidad de la mujer: su cara, su pelo rubio. Se aproxima a la cámara. La música para, cambia el plano a lateral, oímos sus jadeos mientras avanza a grandes zancadas y... "I, I follow, I follow you...", empieza a correr tras él. En sus movimientos, impulsados por unas inapropiadas botas de tacón grueso y alto, hay cierto patetismo. Se ha acercado mucho más al hombre, y éste, angustiado, también acelera. Los dos corren, torpemente, el uno tras el otro. Entonces ella cae. Desde el suelo, se descalza con premura. Por segunda vez vemos surgir su piel; es decir, vida. Se incorpora. Sus pies desnudos entran en contacto armónico con la fría nieve; ahora puede correr mejor. "You are my river running high". A continuación, la imagen sigue las espaldas del hombre, que avanza atropellado y está a punto de caer, justo en el momento en que llega a su destino. O a donde ya no puede continuar. La cámara se detiene tras él. Vemos que agacha la cabeza, desfalleciente. Después la levanta y mira su límite: el mar. Instantes más tarde llega la mujer. También se detiene detrás de él, y desde allí lo observa con intensidad. Primer plano ahora del hombre. Ángulos rectos, virilidad absoluta. Dolor. Desesperanza. Fragilidad. Llanto. Se diría que se siente atrapado. Entre la mujer y el mar. Cae de rodillas a la arena de la playa. Ella acude para consolarlo. Se arrodilla frente a él, y lo besa con fuerza. "I follow you, dark doom honey". Besa su inmensa amargura. Pero él parece no tener consuelo. Duelen sus ojos fruncidos de dolor.  Ella insiste en recuperarlo. Y, finalmente, lo consigue. El alivio llega por fin al rostro del hombre. Entonces, inesperadamente, y sin dejar de besarlo, la mujer dirige una mirada secreta y confrontante hacia el mar; ese mismo mar indómito que abría el vídeo.


Y entonces me di cuenta

Para concluir, me queda mostrar el posible origen de esa negra y enigmática figura femenina (o, al menos, cierto lugar por el que previamente pasó). Quizás eso nos ayude a desvelar parte de su misterio. Pues bien, creo haberla localizado en este otro vídeo, el de la canción Dreams de The Cranberries (1993). En él la vemos aparecer en grupo, con sus zapatos de tacón grueso y alto.

Sorprendentemente, o no tanto, Dreams gira en torno al mismo núcleo argumental que venimos tratando. En esta ocasión, la guía la representa un caballo blanco. Y de nuevo, como colofón, encontramos el agua.

Dejo aquí el vídeo de la canción, subtitulado y traducido*, para que cada cual saque sus conclusiones:



*Pienso que la traducción tiene algunos pequeños errores. Por ejemplo, sería "I warn more", soy más consciente, y no "I want more", quiero más. Por otro lado, "nunca son lo que parecen" debería ser "nunca es totalmete lo que parece", creo que refiriéndose a su vida, no a sus sueños.


Poema anexo:

Mar

Playa de olas
Dunas de viento
El Sol en tu cara

Mar


* Tengo que añadir algo sobre la película La vida de Adèle. Con ocasión de escribir este texto, he vuelto a verla y me he llevado una gran sorpresa: ¡la recordaba distinta! Es decir, mi mente había compuesto con ella otra película, en concreto otro final, alterando para ello el orden de las escenas e interpretando a su (mi) modo otras. De forma que, he de confesarlo, la real me gusta menos que la que quedó "deformada" en mi recuerdo. Sin embargo, creo que lo anterior no cambia el hecho de haber resultado ser una obra contundentemente valiosa y basada en esa misma idea de búsqueda de autoridad que se da en la órbita Grey. Sólo que ésta la conformé yo. (Ver más en este texto que he escrito sobre la película: Había una vez un barquito chiquitito).

domingo, 1 de julio de 2018

Gris

Sam Taylor-Johnson, 2015
 (Novela: E.L. James)

No es posible el cambio si no afrontas tus antagonismos, si no los integras. Esto viene a decir mi amiga Esther Marín en La (re)evolución social a través del cine, un libro en el que analiza los cambios argumentales de las películas más taquilleras de las últimas décadas. Y, curiosamente, por él llegué a Cincuenta sombras de Grey, un fenómeno de audiencias del que me alejaban muchos prejuicios.

Pues bien, tras verla me he dado cuenta de algo singular, y es que el término discreto/a y sus derivados encajan muy bien con muchos aspectos de la película, más allá de ser, ella misma, una película discreta.

Así, la discreción (reserva, prudencia, circunspección) resulta un rasgo destacado de las personalidades de los protagonistas, de Ana y de Grey, al igual que de su relación (una relación con compromiso de confidencialidad incluido).

Lo mismo puede decirse de la sala de juegos, del chófer, de las secretarias... todo discreto.

Incluso, personajes inicialmente entrometidos como las madres de los protagonistas, o la compañera de piso de Ana, terminan manteniéndose comedidos y formales.

Por otro lado, podría parecer que la opulencia y el exceso, tan presentes a lo largo del film, son contrarios a toda discreción. Pero también caen dentro de su órbita (¿quizás por estar relacionados con su deseo oculto?). Nos lo recuerda la locución a discreción: al antojo o voluntad de alguien, sin tasa ni limitación.

En cuanto a los juegos de perversión, ¿qué tal la etiqueta de discrecionales (algo que se hace libre y prudencialmente)?

Por último, y sin dejar el diccionario, encontramos que una magnitud es discreta si toma valores distintos y separados. Sugerente, ¿no? Pensemos en las camas de los amantes, o en los futuros capítulos en formato serie que la propia película anuncia. Lo discreto como opuesto a lo continuo. La RAE nos propone un ejemplo muy apropiado: la sucesión de los números enteros (como la de los puntos en los que se divide el contrato entre Ana y Grey, o las sombras de éste) es discreta, pero la temperatura (o el color) no.

Considerando esta última acepción, el coqueteo subliminal con lo discreto (que acaba siendo atracción fatal, sino) se aprecia también en el título original en inglés, Fifty Shades of Grey, un nombre ambiguo que admite la traducción de "50 tonos de gris".

Fuente: 50sombrasspain.com


Volviendo al principio, a la discreción global, decir que para mí la película no consigue hacer magia; es decir, ajustar sus segmentos constructivos discretos a una función bella y genuina*, algo que si ocurriera los haría pasar realmente desapercibidos.

Dicho también de otra forma: en los momentos en que se necesita, a Cincuenta sombras de Grey le falta continuidad en la discreción.

O quizás es que no se podía.


*En el film, la discreción también se manifiesta en forma de servidumbre y supeditación absoluta al libro del que se parte, algo que a su vez sintoniza con una tendencia generalizada (también intra-argumental) en la que la imitación y el convencionalismo se imponen a la creatividad.



Entrada relacionada: Azul