miércoles, 3 de octubre de 2018

Rojo

(Ideas sueltas sobre el porqué de las guerras)

Huyendo de intentar ser exhaustivo o demostrar nada, quisiera lanzar aquí, como globos al aire, unas cuantas respuestas personales a esta tremenda pregunta: ¿Por qué las guerras?

 "Red balloons" (CC BY-NC-SA 2.0) Jakob Esben H.

Antes de ello, explicaré el contexto en el que esta cuestión surgió en mi. O más bien, en el que volvió, porque no era nueva. Me parece ilustrativo.

Fue este verano, durante una hospitalización que tuve de cuatro semanas. Después de alcanzar con éxito la remisión completa de un cáncer, mi médico me recomendó someterme a cierto tratamiento para consolidarla. El objetivo era ir lo más lejos posible en la eliminación de eventuales células malignas ocultas, disminuyendo así el riesgo de una recaída. Los únicos problemas del tratamiento eran los siguientes: colateralmente, mi sistema gástrico iba a sufrir fuertes daños temporales, no podía abandonar el tratamiento a mitad, e iba a estar en régimen de aislamiento estricto.

Nada que pensara que no pudiera afrontar. Así que yo mismo firmé aquel encierro, que comenzó un 15 de agosto en una pequeña y aséptica habitación de hospital (la que acabaría siendo mi particular celda). No sabía en lo que me estaba metiendo.

Inicialmente, el tiempo, aunque lento, iba pasando. Me ajustaba a los ritmos que marcaban las comidas: desayuno, comida, merienda, cena... y me entretenía leyendo (La montaña mágica, una curiosa elección en estas circunstancias), viendo la tele o haciendo un poco de gimnasia. Esperanzado, iba descontando los días: 28, 27, 26...

Pero pronto, concretamente al final de la primera semana, todo cambió. Me empecé a encontrar realmente mal (algo por otro lado esperado por los médicos). Me dolía desde la boca hasta los intestinos. Ya no podía tragar, y la comida empezó a darme asco. Llegado cierto punto, ni siquiera podía tolerar la visión de las bandejas. Pero no sólo ésto. También me molestaban indeciblemente otras cosas, como el olor de la habitación, o el talante de parte del personal sanitario, así como la sobre protección ocasional de mi familia. Dejé de ver la televisión. La mayoría de los programas, series, películas... me hacían daño. No podía soportar los conflictos en los que, casi invariablemente, todos se basaban. Especialmente, me daban nauseas unos documentales de La 2 sobre la II Guerra Mundial. ¡Tanta devastación, tanto sufrimiento absurdo! Imposible mirar aquello. La apagaba al instante.

Aunque no me daba cuenta, el incesante dolor y el encierro me estaban afectando mentalmente. Me daba la impresión de que el tiempo se había detenido, quedando atrapado en el puro y terrible presente. (Por supuesto, uno de mis primeros rechazos había sido hacia Hans Castorp, el personaje de Thomas Mann en La montaña mágica; ya no encontraba poético su aislamiento, su entrega voluntaria a un tiempo elástico, sino todo lo contrario). La esperanza había desaparecido de mí.

A partir de cierto punto, la situación se me hizo directamente insoportable.

Por suerte, justo en el momento más crítico, pude tener una pequeña reacción, suficiente para mantenerme a flote.

Por un lado, me di cuenta de que una vieja conocida a la que había olvidado, la depresión, se estaba instalando de nuevo en mí. Ya tenía un nombre para lo que me ocurría. Entonces hice unas conexiones que ahora me parecen providenciales: vi que siempre que en el pasado tuve depresión había sido en circunstancias similares: cautiverios (no físicos) a los que me yo mismo me había sometido. Pero el de ahora difería sutilmente, ya que era realmente por mi bien, no para cumplir con unas expectativas propias o ajenas. O así debía serlo. Eso también me ayudó. Además, supe que, por causas sobre las que me toca pensar mucho, soy muy sensible a las situaciones claustrofóbicas. Sin yo hacer nada, en los momentos más horribles acudían a mi mente situaciones agobiantes. Por ejemplo, me acordaba de mi amigo Javier, que murió de ELA (enfermedad en la que el cuerpo deja de obedecerte y quedas aprisionado en él) y lo que me costaba estar a su lado en ciertas ocasiones. Recordaba esas crónicas de la II Guerra Mundial que había visto en la tele recientemente y que tanta angustia me habían producido, con sus inhumanos asedios, trincheras y campos de concentración. Pensaba también en los niños maltratados de nuestros días, en su indefensión cuando están a solas con sus verdugos. En la muerte por ahogo. O en esos pájaros silvestres que "se hacen bola" cuando los pones en una jaula, para luego morir (lo sé bien porque yo fui su pequeño carcelero y verdugo). Y así, multitud de otras "prisiones" inefables e insufribles, algunas forzosas, otras en las que entramos voluntariamente.

Por otra parte, y quizás más importante todavía, también comprendí que tenía problemas para mostrar mis sentimientos a los demás. Yo siempre he sido "don perfecto", ese que no se queja nunca ni muestra sus debilidades: el que todo lo supera por sí mismo. Pues bien, fue en el instante mismo en el que me decidí a protestar ante la enfermera jefe y la médica de guardia por lo que venía percibiendo como una falta de empatía en el trato, que noté diluirse mágicamente el estado agónico que me asfixiaba. En su lugar apareció otro liberador, todavía mínimo en cuanto a oxigenación, pero suficiente para resistir unos pocos días más; justos los que necesité para llegar a la tarde del martes 28 de agosto, cuando, acabada ya la segunda semana, y tras despertar de una siesta, noté que los dolores habían desaparecido; de pronto, por completo y para siempre. Como un milagro. Ese martes, sobre las 17 horas, experimenté de nuevo la felicidad, quizás como nunca la había sentido antes. Era una felicidad serena, agradecida y constante.


14-18: El ruido y la furia

Pasaron unos días y noté que recuperaba mi equilibrio psíquico. Aunque parsimonioso, el tiempo volvía a fluir, y lo llenaba con felinas caminatas por mi cuarto, con música y con un pensamiento que se me había quedado fijado: ¿Por qué las guerras?

Entonces decidí, tal y como he avanzado, no ya hacer una investigación profunda sobre el tema, que no me apetecía, sino rescatar aquellas respuestas intuitivas que estuvieran dentro de mí.

Pronto encontré que eran muchas más de las que en un principio imaginaba, y que en el poco material que de forma inconexa consultaba surgían ciertos asuntos e ideas relacionadas que me resultaban preciosas.

Empecé intentando encontrar algo de información sobre la génesis de la II Guerra Mundial. Pero, finalmente, acabé fijándome en la que le precedió, más oscura todavía ante mis ojos: la Gran Guerra, la primera de nuestra era moderna, ese monstruo horroroso que puso en marcha o que condensó todo lo que tememos. Afortunadamente, di con el documental perfecto. Y además, ya tenía los arrestos para enfrentarme a él.

Me refiero a "14-18: El ruido y la furia" (Jean-François Delassus, 2008).


Se trata de un soberbio documento narrado en primera persona por un joven contendiente francés, en base precisamente a su experiencia personal en el frente de batalla. Su voz surge desde el núcleo más humano que pueda haber, desde el más ingenuo y abierto: el de la pregunta ("¿por qué dije sí a la guerra?"). Y, muy importante, a partir de una completa desafección patriótica. Además, su relato, al ritmo justo de unas imágenes durísimas pero impagables, es de una belleza extraordinaria, pura poesía ("comemos barro, dormimos embarrados y vivimos vidas de barro"). Y, como sabemos, sólo la poesía puede llegar tan hondo.

Para encontrar lo que me interesaba no tuve que esperar mucho. El documental aportaba pronto datos muy esclarecedores:

"En la primavera de 1914 estoy en París, pasándolo bien con León. Es mi Belle Epoque. Tengo 24 años. Por todas partes se alaban los adelantos" (1'21")

"Nada nos hacía prever semejante barbarie" (1'36")

"¿Por qué esas cifras tan absurdas? 10 millones de muertos, 23 millones de heridos..." (2'48")

"Escucho a los historiadores contarme mi guerra, y veo cantidad de películas que discuto con los colegas. Y entonces describimos el 14-18 como el conflicto impuesto a la tropa, es decir, padecido" (5'26")

"El soldado solo pudo elegir entre las balas que llegaban de frente o las que le alcanzaban por la espalda, las del enemigo o las de su propio bando" (5'40")

"Pero la guerra, nuestra guerra, fue libremente consentida. Porque, ¿por qué si no yo y todos los demás habríamos aceptado cuatro años de intensos dolores, las condiciones de vida innombrables y todo lo demás sin apenas rebelarnos?" (6'09")

"Nosotros nos entregamos a esta guerra en cuerpo y alma, y en el 14, consentir es nuestra razón de ser" (6'23")

"Patria, deber, palabra, heroísmo, honor, odio. Palabras esenciales que hicieron la guerra a través de nosotros" (7'24")

"La gran guerra nos cae encima como un chaparrón de verano. El 28 de junio de 1914, el archiduque de Austria es asesinado en una lejana ciudad de los Balcanes... El imperio austro-húngaro declara la guerra a Servia. Todo se precipita. Rusia, aliada de Servia, declara la guerra a Austria. Alemania dice cuatro verdades a Rusia. Francia, aliada de Rusia, llama a la movilización. Alemania nos declara la guerra, y nosotros se la declaramos a ellos. Yo declaro la guerra a mi vida. Después, nunca volvería a ser el mismo" (9'10")

"Las damas nos aplauden cuando desfilamos por delante de las mesas de los cafés. Algunas se desmayan" (10'10")

"Jóvenes ávidos de aventuras como nosotros... La esperanza de una escapada que se convierte en pesadilla" (10'37")

Creo que las citas anteriores (1) dan cuenta suficiente del ambiente en el que se generó la Gran Guerra, de lo que latía por dentro. Y sobre todo, parecen apuntar a un denominador común como intrínseco al pavoroso suceso: la ingenuidad, la inconsciencia o, peor todavía, la necedad humana (ese estado alucinatorio o enajenado de la realidad en el que ésta deja de apreciarse con exactitud), así como cierta predisposición a guerrear bajo cualquier pretexto (eso que comúnmente llamamos "buscar pelea").

"Lo que muestra este documental parece una locura: la I Guerra Mundial se mantuvo por un consentimiento general" (sinopsis en filmaffinity)

Actualmente, pienso que la repetición de las guerras es mucho mas difícil, gracias por ejemplo a testimonios como éste y a otros muchos que forman la memoria histórica reciente, a la reacción institucional que internacionalmente apareció tras 1945, a la globalización, etc. Sin embargo, esas condiciones de necedad ante la barbarie y de predisposición guerrera que se encuentran en la base del problema siguen bajo mi punto de vista latentes, listas para activarse, y por tanto pendientes de explicaciones todavía más profundas, más de raíz. Es lo que quiere indagar mi pregunta: ¿por qué las guerras? Sigamos hacia ella.


Max Weber

Antes, y todavía como introducción, quiero dejar constancia de unos descubrimientos que pude hacer a partir de este mismo documental. Fue al consultar los hilos que se generaron en Twitter tras su emisión en TVE en junio de 2014 y en febrero de 2017: #LNTIGuerraMundial

Entre muchos otros mensajes que resaltaban la absurdidad de las guerras, encontré uno que me llamó la atención y en el que se señalaba a un gran pensador, al sociólogo alemán Max Weber (1864-1920), como alguien no ajeno al ambiente de escalada belicista de aquellos días. Decía así: "Un sabio como Max Weber también hizo una obscena exhibición de nacionalismo germánico en una conferencia repugnante". Este tuit hizo saltar todas mis alarmas: ¿la razón también participó?

Me costó encontrar la conferencia en cuestión ("El Estado nacional y la política económica alemana", 1895), e informándome conocí que se refería a una primera etapa de Weber, todavía sólo un joven economista. Algunos investigadores apuntan que, por entonces, su orientación podría corresponderse con cierta corriente ideológica denominada darwinismo social (hablaré sobre ella brevemente más adelante). Sin embargo, con posterioridad, Weber superó esta fase. El seguimiento de su evolución, aparte de ofrecernos importantes datos sobre la mentalidad que dominaba la época que condujo a la lucha armada, nos habla de una hermosa conquista personal a partir del rigor intelectual y humano. Señalaré a continuación unos pocos textos para quien quiera saber más, subrayando algunas de las conclusiones encontradas que me parecen más relevantes y sorprendentes.

En el primer documento que recomiendo, Max Weber, crítico político, Gerhard Schulz hace el recorrido de ese cambio acaecido en Weber. Schulz nos explica cómo el pensador, sin dejar de lado su orgullo alemán (legítimo), vira el discurso para finalmente "poner en tela de juicio y eliminar de su público científico las reglas convencionales, las costumbres y axiomas pseudonaturalistas" (2). Rescato dos ideas de este texto que me parecen magníficas: primero, Weber expresó que la potencia de una nación o pueblo nace de forma orgánica (no forzada) a partir de la calidad de su política interna, y no como imposición a través de su política exterior (sugiriendo de paso que la Alemania de 1914 poco tenía que ofrecer al resto del mundo, y menos aún que imponer). En segundo lugar, me parece que la posición en la que Weber sitúa a la espiritualidad (campo del que por lo visto era un gran conocedor), queriendo desconectarla de la ciencia y de la sociedad pero no de la intimidad de la vida humana, es de un equilibrio tan portentoso que merece la pena anotarla. (3)

Como segundo documento, que abunda en la tesis de la transformación en Weber, propongo este otro titulado Simmel y Weber ante la nación y la guerra. Una conversación con Grégor Fitzi.

Un tercer artículo que me parece interesante es Invocación de Max Weber al Soneto 102 de Shakespeare (Luis R. Oro Tapia). En él se analiza su discurso Política como profesión (1919), donde un Weber ya maduro se dirige a un auditorio repleto de posibles futuros políticos, y les habla del Estado, de la violencia y del carácter demoníaco del poder con el que todo futuro político tendrá que enfrentarse, y para lo que solo podrá contar con la ética de la responsabilidad.

Sin embargo, vemos aún cómo, pese a desprenderse del supremacismo y ser reflejo fiel de lo que hasta ahora ha sido nuestro mundo, la defensa del Estado que hace Weber, o del concepto rígido de Estado, debería evolucionar. Porque sí, las ideas, si se quedan fijas, si no fluyen, también generan guerras.


Darwinismo social 

Como última parada antes de abordar definitivamente la pregunta fundamental, hablaré de ese concepto encontrado al fijarme en el primer Weber: el darwinismo social.

La ideología del darwinismo social ha tenido y sigue teniendo multitud de adeptos. Desde ella se predica que debe dejarse, e incluso incentivarse, que el "fuerte" se imponga al débil, y abandonar además a éste a su suerte para evitar que la especie se corrompa. Ni más ni menos. Una ideología paralela al liberalismo económico radical (y su competitividad a ultranza) cuya mención, por razones obvias, viene muy al caso en el tema de la guerras.

Antes de continuar, quiero decir que el darwinismo (entendido como sinónimo de la ley de selección natural) es uno de los conceptos históricamente peor comprendidos, incluso en la actualidad (sobre todo ante la perspectiva de unas mutaciones genéticas azarosas). Hay como una especie de resistencia a asimilarlo. Cuando, en realidad, lo nos dice la ley de selección natural es bien simple: que solo pasarán sus genes (mutados o no) a la siguiente generación, configurando así las características de ésta, quienes sobrevivan hasta la edad de reproducción y cumplan las condiciones que marque su especie para realizarla. Ya está. Pero entonces empiezan las interpretaciones. Por ejemplo, la del darwinismo social, que como hemos visto infiere que la selección natural es un proceso autoregulatorio (a imitar a nivel social) en el que solamente los más "fuertes" llegan a esa edad y cumplen esas condiciones (el propio Darwin creyó esto; véase la entrada de darwinismo social en wikipedia). Sin embargo, con respecto a los individuos que tienden a realizar la transmisión genética, otros pueden pensar que no serían los más "fuertes", sino mas bien aquellos con mayor eficiencia energética, o con más resistencia, con mejor capacidad de colaboración, o, directamente, los que se metan en menos líos, etc. (Nietzsche opinó incluso que la mentira -por protectora- o la debilidad -por estimulante-, son rasgos que tenderían a seleccionarse -además, puso en duda el axioma del autoequilibrio natural-). En definitiva, se fijarían aquellas características que resulten adaptativas y/o ventajosas con respecto al medio (medio que incluye a los semejantes). Pero aquí aparece otra dificultad, un segundo factor que solemos obviar: que ese medio no es ni único ni estable, sino diverso e influenciable por nuestros propios cambios (somos un todo conectado -ecosistemas-). Y luego, por si fuera poco, llega un tercero: el hecho de que la especie humana está cada vez más alejada de la evolución natural, e inmersa de pleno en la evolución cultural (de selección de ideas o memes, no de individuos). Consecuentemente, la vida sería un proceso dinámico mucho más complejo del que tendemos a creer, con multitud de actores, escenarios e incluso fases, todos ellos variables e interconectados entre sí. Un proceso, en definitiva, sobre el que es extremadamente difícil hacer predicciones estables y, por tanto, política. Incluso la más sencilla en apariencia. 

Y por si fuera poco, luego llega la epigenética y corrige hasta cierto punto la teoría de la evolución y a Darwin. (4)

Aún así, los humanos reincidimos tozudamente en simplificar y en querer ver la realidad a nuestra conveniencia (aunque reconozco que aquí es muy fácil dejarse llevar por la tentación a la simplificar).

En este sentido, e introduciendo desmontajes del darwinismo social más autorizados que el mío, recomiendo el artículo El darwinismo social: espectro de una ideología (1984) del filósofo Felipe González Vicen, quien viene a defender que el darwinismo social fue una apropiación fraudulenta (e inconsciente, añadiría yo) de la burguesía del XIX en un intento de evitar su propio colapso (idea que también encontramos en el artículo de wikipedia sobre darwinismo social).


¿Por qué las guerras?  

Llegamos por fin a la pregunta que nos trajo aquí, a la que quiso intentar contestar este artículo.

Después del recorrido realizado, creo que ahora podemos plantearla mejor: ¿qué es eso que nos hace pasar por alto que las guerras, al menos en nuestro actual estado civilizatorio, son un sometimiento atroz y sin sentido, arrástrándonos a ellas? A mi entender, muchas de las posibles respuestas a esta pregunta hunden sus raíces en la singularidad de la psique humana. Tal y como anuncié, lanzaré mis propuestas indiscriminadamente; pero no como bombas o balas, no, sino dejándolas ir libremente, al igual que los "99 red ballons" de la alemana Nena (1983):



You and I in a little toy shop   (Tú y yo en una pequeña tienda de juguetes)
Buy a bag of balloons with the money we've got   (Compramos una bolsa de globos con el dinero que tenemos)
Set them free at the break of dawn   (Los soltamos al amanecer)
Till one by one they were gone   (Hasta que uno a uno todos se fueron)

Back at base, sparks in the software   (De vuelta a la base, chispas en el software)
Flash the message "something's out there"  (Parpadea el mensaje: "hay algo ahí fuera")
Floating in the summer sky   (Flotando en el cielo del verano)
Ninety nine red balloons go by   (Pasan 99 globos rojos)

Ninety nine red balloons  (99 globos rojos)

Floating in the summer sky   (Flotando en el cielo de verano)
Panic bells, it's red alert   (Sirenas de pánico, es la alerta roja)
There's something here from somewhere else   (Hay algo aquí de otro lugar)
 
The war machine springs to life   (La máquina de guerra despierta)
Opens up one eager eye   (Abre un ojo ansioso)
And focusing it on the sky   (Y enfocándolo hacia el cielo)
The ninety nine red balloons go by   (Pasan los 99 globos rojos)

Ninety nine decisions treat   (Una convención para 99 decisiones)
Ninety nine ministers meet   (Se reúnen 99 ministros)
To worry, worry, super scurry  (Para preocuparse, preocuparse, muy atareados)
Call the troops out in a hurry   (Llamen a las tropas con urgencia)
This is what we've waited for   (Esto es lo que hemos esperado)
This is it boys, this is war   (Eso es chicos, esto es la guerra)
The President is on the line   (El presidente está al teléfono)
As Ninety nine red balloons go by  (Mientras pasan 99 globos rojos)

Ninety nine knights of the air   (99 caballeros del aire)
Ride super high-tech jet fighters  (Pilotan súper aviones de guerra de alta tecnología)
Everyone's a super hero   (Cada uno es un súper héroe)
Everyone's a Captain Kirk   (Cada uno es un capitan Kirk -Star Trek-)
With orders to identify   (Con ordenes de identificar)
To clarify and classify   (De aclarar y clasificar)
Scramble in the summer sky   (Escaramuzas en el cielo del verano)
Ninety nine red balloons go by   (Pasan 99 globos rojos)

As ninety nine red balloons go by   (Mientras pasan 99 globos rojos)

Ninety nine dreams I have had   (He tenido 99 sueños)
In every one a red balloon   (En cada uno, un globo rojo)
It's all over and I'm standing pretty   (Todo se acabó y yo sigo aguantando en pie)
In this dust that was a city   (Entre este polvo que fue una ciudad)
If I could find a souvenir   (Si pudiera encontrar un souvenir)
Just to prove the world was here   (Solo para probar que el mundo estuvo aquí)
And here is a red balloon   (Y aquí hay un globo rojo)

I think of you and let it go   (Pienso en ti y lo dejo ir)


(Vídeo y letra de la canción original, en alemán)


Bueno, pues ahí van;  estas son las causas o factores que, bajo mi punto de vista, estarían detrás de las guerras:
  • La simple cerrazón, la necedad, la costumbre, la inercia de lo establecido, las obligaciones que nos imponemos, las rigideces, los dogmas, la desconfianza, el desconocimiento, el control, los ideales...
  • Un deficiente desarrollo de la individualidad en cuanto que único lugar posible para el progreso del pensamiento crítico. 
  • Una entrega a la "patria" como refugio sustitutivo.
  • El conflicto grupo-individuo (véase la entrada El grupo como deseo).
  • La falta de un conocimiento profundo sobre la condición humana, en la que el Inconsciente juega un papel fundamental. Ese conocimiento estaría bloqueado por la propia exaltación que se hace de la ciencia empírica (véase la entrada "Last night a dj saved my life").
  • Según Freud (y así se lo hace saber a Einstein en su famosa carta en la que le contesta a la misma pregunta que nos hacemos aquí), las guerras se corresponderían con una reacción extrema o exacerbada de instintos que han sido reprimidos (en este caso, se supone, el instinto de la agresividad) en aras de la construcción cultural humana.
  • Observando otro tipo de lidias (y encierros), en este caso la tauromaquia, el palentologo Jack Conrad ve en ellas la agresión desplazada contra un símbolo del poder y la autoridad. En estas coordenadas se situaría también el "asesinato del padre" freudiano, o su concepto de pulsión de muerte, también de origen represivo.
  • La búsqueda de subterfugios compensatorios de un mal desenvolvimiento de la ley paterna y de su autoridad.
  • La megalomanía de los líderes y su política de terror.
  • La lucha de sexos, que empujaría al hombre a realizar la expresión última de la potencia/poder. (Véanse las entradas El toro también era ella y La suegra)
  • La reacción visceral ante un sentimiento de opresión asfixiante (provocado por injusticias, abusos, etc., o también por causas imaginadas o no, pero que remiten a experiencias equiparables de nuestro pasado) para deshacernos del dolor insoportable que nos genera. O incluso, combinadamente, como respuesta a un sentimiento de abandono o menosprecio.
  • La falta de revisión de la representatividad de los antiguos textos bíblicos monoteístas, textos que incluyen multitud de incitaciones literales a la guerra e incluso al exterminio.

Finalmente, nombraré algunos elementos que me parecen antagonistas, aplacadores o desviadores de la pulsión guerrera: la democracia, la separación de poderes y la libertad de prensa; la globalización económica y cultural; la producción y difusión de obras artísticas, de educación y de memoria en torno a la guerra; una mayor concienciación humanitaria; el surgimiento de agrupaciones supranacionales políticas y jurídicas; el fin de la guerra fría entre bloques imperialistas; el postmodernismo y su cuestionamiento del positivismo; la aparición de problemas acuciantes comunes como la sostenibilidad planetaria; una industria armamentística de altísima tecnología y poder destructivo desmesurado; el psicoanálisis como introspección individualizante y espiritualizante; las competiciones deportivas mundiales; e incluso la eclosión de la música pop (la música amansa a las fieras).



(1) Más citas del documental:

 "En el año 14 el odio es una virtud patriótica. Burlarse de los emplumados emperadores alemán y austro-húngaro es nuestro deporte nacional" (7'36")

«La nación será defendida por todos sus hijos... ¡Viva Francia! ¡Guerra a Alemania! (bravos; parlamento francés)»

«Ya tenéis vuestra guerra. Estaréis contentos» (titular en un diario francés)

"El deber nos hace partir con la esperanza de una guerra rápida. El tiempo de sacar el fusil y volver a casa" (9'56")

"En Alemania no era la misma historia. Ya antes de la guerra observamos que el imperio prusiano pangermanista se rompía por las costuras. Nuestras colonias nos hacían fuertes, y ellos no tenían colonias" (11'28")

"En 1914, Alemania se siente rodeada de naciones hostiles y cada vez se vuelve más militarista. Ese militarismo alcanza incluso a los niños" (11'43")

"Y hay una cuenta pendiente. Francia considera que Prusia le ha amputado Alsacia y Lorena. Todos somos alsacianos y loreneses. La herida sigue abierta desde 1870" (12'05")


(2) Weber no era un pacifista, eso lo dejó claro en sus textos. Por ejemplo, cuando definió el Estado en función de los violencia (un aporte que, por otro lado, me parece tremendamente brillante y clarificador, del nivel del realizado por Darwin): "La violencia no es, naturalmente, el medio normal ni único del Estado... pero sí su medio específico... El Estado es una relación de dominación de hombres sobre hombres, basada en el medio de la violencia legítima" ("La política como profesión", 1919). En este texto que recomiendo, Weber dice también: "Quien quiera hacer política... tendrá que comprometerse con los poderes diabólicos que acechan en toda acción violenta". Bien, pero que Weber no sea pacifista no le convierte en belicista, como se demuestra cuando añade que el político no debe guiarse por una ética de las convicciones de conciencia, sino por una ética de la responsabilidad, y ello, en especial, para conocer e intentar regular los peligros que conlleva el manejo de esa potencia coercitiva.


(3) Sobre esa interesante posición de la espiritualidad, véanse los siguientes extractos de "Ciencia como vocación", Weber, 1919, últimas páginas: "Y cuando Tolstoi pregunta: «¿Quién responde, supuesto que la ciencia no lo hace, a la pregunta de qué es lo que debemos hacer? y ¿cómo debemos edificar nuestra vida?»... habrá que responder: sólo un profeta o un Cristo... tal profeta, a quien tantos de nuestras jóvenes generaciones esperan, no está aquí, y es más, jamás lo estará vivo en la plenitud de su poder... En una época ausente de Dios... es destino de nuestro tiempo, con su racionalización e intelectualismo característicos, llegar al desencanto del mundo, una vez desaparecidos de la luz pública los últimos y más sublimes valores, que han quedado relegados al mundo de la vida mística o a la intimidad de las relaciones directas de un ser con otro. No constituye una casualidad que nuestro arte más elevado sea íntimo y no monumental, ni que sólo se pulse hoy ese «algo» en los círculos más reducidos, en «pianissimo», de hombre a hombre... Vayamos a nuestro trabajo y estemos a la altura de las «exigencias actuales», tanto humana como profesionalmente. Estás exigencias son simples y sencillas si cada uno encuentra el espíritu (Dämon) que sostiene los hilos de su vida y le obedece."


(4) Paralelamente, hoy en día están apareciendo estudios cada vez más avanzados en disciplinas como la epigenética que matizan las conclusiones que sobre la configuración de las especies hemos venido haciendo; eso sí, la base mayoritariamente aceptada sigue siendo la selección natural de Darwin

miércoles, 4 de julio de 2018

Azul

En la entrada anterior, Gris, analizaba la película Cincuenta sombras de Grey (Sam Taylor-Johnson, 2015; novela: E.L. James, 2011) y concluía que ésta podría haber quedado atrapada en una especie de "campo de fuerza" o "vórtice lingüístico" discrecional del cual no logró escapar (va por Lacan). Debido a ello, y según se dijo, la película acabó siendo, ella misma, discreta (aun intentando precisamente lo contrario).

No obstante, a Cincuenta Sombras de Grey debe reconocerle una virtud que es a la vez consecuente e inesperada: la de registrar, aunque sea de una forma recóndita y extravagante, el valor de la discreción.


Más allá de la discreción

Pero además, hay un segundo aspecto por el que le estoy personalmente agradecido al mundo Grey. Algo que, curiosamente, vuelve a ser una contribución sacrificial: la oportunidad que me ha dado para encontrar otras obras que, teniendo su misma temática de fondo, sí han resultado ser creaciones redondas.

Quisiera hablar aquí de ellas.

Antes de nada, por supuesto, ¿de qué temática de fondo estoy hablando? Sí, a mi entender, la sustancia última de Cincuenta sombras de Grey (aunque superficialmente tratada) es la entrega consciente a alguien que manda o dirige, así como el viaje hacia la libertad personal a la que dicha entrega puede indirectamente conducir. Paradójico, y controvertido.

En cuanto a esas otras obras apasionantes que sí se sumergen en el asunto, me referiré, en primer término, a la genial canción I follow rivers (Lykke Li, 2011) y a la no menos maravillosa* película La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche, 2013). Dos piezas de arte que, además, acabaron juntas en mutua y estelar resonancia.



Me centraré sobre todo en la canción I follow rivers. De La vida de Adèle, simplemente decir que su protagonista, la joven Adèle (memorables tanto la actuación de Adèle Exarchopoulos como su personaje), se ve arrastrada hacia una tormentosa relación con una chica lesbiana mayor que ella, de actitudes masculinas y dominantes, y que tiene el pelo teñido de azul (también irá a esperarla a la salida del colegio). La Vida de Adèle está basada en un cómic de 2010 de Julie Maroh, "El azul es un color cálido" (en Cincuenta sombras de Grey el color dominante y cálido vendría a ser el gris). De hecho, en inglés, la película fue distribuida bajo el nombre de "El azul es el color más cálido".



Siguiendo ríos, se llega al mar

Vayamos con la canción de Lykke Li, I follow rivers. Un tema precioso ante el que es difícil no caer rendido: pegadizo, dulce, feliz; te invita al baile inmediato. Y con un mensaje central claro: "yo te sigo".

A continuación ofrezco una traducción-interpretación algo libre de su letra. Para ello me he apoyado en el vídeo original de la canción, que da claves importantes para entenderla (más adelante lo presentaré). También he tenido en mente, como comprobación, a Grey. Así ha quedado:

I follow rivers

Oh I beg you, can I follow?
Oh I ask you, why not always?
Be the ocean, where I unravel
Be my only, be the water where I'm wading

You're my river running high
Run deep, run wild

I, I follow, I follow you
Deep sea baby, I follow you
I, I follow, I follow you
Dark doom honey, I follow you

He a message, I'm the runner
He the rebel, I'm the daughter waiting for you

--

Yo sigo ríos

Oh te ruego, ¿puedo seguirte?
Oh te pido, ¿por qué no siempre?
Sé el océano, donde yo me descifro
Sé mi único, sé el agua por donde voy pasando segura

Tú eres mi río fluyendo alto
Corre profundo, corre salvaje

Yo, yo te sigo, te sigo a ti
Mi niño profundo como el mar, yo te sigo
Yo, yo te sigo, te sigo a ti
Dulce amor mío encadenado y oscuro, yo te sigo

Él un mensaje, yo soy quien busca
Él el rebelde, yo soy la hija esperándote


Se podrían decir muchas cosas de la letra, pero destacaré solo un pequeño fragmento: "Dulce amor mío encadenado y oscuro". Pienso que aquí se evidencia y concentra algo importante, y que vuelve a conectar con Cincuenta sobras de Grey: el carácter sufriente del líder y la capacidad sanadora de quien le sigue.

También incluyo a continuación algunos comentarios que hace la propia Lykke Li sobre el significado de su canción:

"Es como cuando estás perdidamente metida en algo, te encuentras dentro de una especie de situación destructiva, muy desigual. Te empuja el deseo, y el deseo puede conducirte a un lugar muy oscuro, ya sean drogas o amor, y te sientes indefensa, sin fuerzas". (www.songfacts.com)

Personalmente, me sorprende esta posición tan negativa de Lykke Li respecto a una letra y a una música que rebosan ilusión. Sin embargo, es justo la misma que enfrenta la protagonista de La vida de Adėle. Parece que en ambas hay una curiosa conexión entre seguir a alguien y verse atrapada en ello. Simplemente dejo el apunte.

Llega el momento de prestar atención al vídeo original de la canción. En él se cuenta una pequeña historia que yo calificaría de drama romántico. Como adelanto, decir que tanto la historia como los tonos fríos de las imágenes (entre el gris y el azul) contrastan con la calidez de la canción, de la misma forma que lo hacían los comentarios de Lykke Li:


El vídeo comienza con la imagen de una playa inapacible e inabarcable, en un lugar estepario totalmente nevado. Tierra adentro, vemos a un hombre andando con mucha dificultad sobre la nieve. Parece abatido. En ocasiones, mientras avanza, se apoya en los troncos de unos oscuros árboles que encuentra a su paso. Intermitentemente, acelera. Y mira hacia atrás. Da la impresión de querer huir de algo. Y dirigirse a algún sitio. Tras ello, la imagen cambia y nos muestra, en ese mismo paraje, entre brumas gélidas, la figura estática de una mujer completamente cubierta de negro. Es una figura siniestra, desubicada e impersonal. Parece la muerte. Aunque lo que impera en ella es el misterio. ¿De dónde ha salido esta mujer-muerte-misterio? (Creo saber algo al respecto; volveré a ello al final). De nuevo vemos al hombre. Continúa caminando con perturbadora aflicción. Sin detenerse, mira otra vez atrás... y ve que la mujer le sigue. Suena el primer "I, I follow, I follow you deep sea baby". La cámara intercala ahora imágenes de ambos caminando sobre la nieve con primeros planos de ella, quien, determinada, le sigue sin ceder distancia; y, en ocasiones, acortándola. La seda negra de su vestimenta ondula al viento. En cierto momento, se desprende el velo que le tapaba el rostro, haciendo acto de presencia la humanidad de la mujer: su cara, su pelo rubio. Se aproxima a la cámara. La música para, cambia el plano a lateral, oímos sus jadeos mientras avanza a grandes zancadas y... "I, I follow, I follow you...", empieza a correr tras él. En sus movimientos, impulsados por unas inapropiadas botas de tacón grueso y alto, hay cierto patetismo. Se ha acercado mucho más al hombre, y éste, angustiado, también acelera. Los dos corren, torpemente, el uno tras el otro. Entonces ella cae. Desde el suelo, se descalza con premura. Por segunda vez vemos surgir su piel; es decir, vida. Se incorpora. Sus pies desnudos entran en contacto armónico con la fría nieve; ahora puede correr mejor. "You are my river running high". A continuación, la imagen sigue las espaldas del hombre, que avanza atropellado y está a punto de caer, justo en el momento en que llega a su destino. O a donde ya no puede continuar. La cámara se detiene tras él. Vemos que agacha la cabeza, desfalleciente. Después la levanta y mira su límite: el mar. Instantes más tarde llega la mujer. También se detiene detrás de él, y desde allí lo observa con intensidad. Primer plano ahora del hombre. Ángulos rectos, virilidad absoluta. Dolor. Desesperanza. Fragilidad. Llanto. Se diría que se siente atrapado. Entre la mujer y el mar. Cae de rodillas a la arena de la playa. Ella acude para consolarlo. Se arrodilla frente a él, y lo besa con fuerza. "I follow you, dark doom honey". Besa su inmensa amargura. Pero él parece no tener consuelo. Duelen sus ojos fruncidos de dolor.  Ella insiste en recuperarlo. Y, finalmente, lo consigue. El alivio llega por fin al rostro del hombre. Entonces, inesperadamente, y sin dejar de besarlo, la mujer dirige una mirada secreta y confrontante hacia el mar; ese mismo mar indómito que abría el vídeo.


Y entonces me di cuenta

Para concluir, me queda mostrar el posible origen de esa negra y enigmática figura femenina (o, al menos, cierto lugar por el que previamente pasó). Quizás eso nos ayude a desvelar parte de su misterio. Pues bien, creo haberla localizado en este otro vídeo, el de la canción Dreams de The Cranberries (1993). En él la vemos aparecer en grupo, con sus zapatos de tacón grueso y alto.

Sorprendentemente, o no tanto, Dreams gira en torno al mismo núcleo argumental que venimos tratando. En esta ocasión, la guía la representa un caballo blanco. Y de nuevo, como colofón, encontramos el agua.

Dejo aquí el vídeo de la canción, subtitulado y traducido*, para que cada cual saque sus conclusiones:



*Pienso que la traducción tiene algunos pequeños errores. Por ejemplo, sería "I warn more", soy más consciente, y no "I want more", quiero más. Por otro lado, "nunca son lo que parecen" debería ser "nunca es totalmete lo que parece", creo que refiriéndose a su vida, no a sus sueños.


Poema anexo:

Mar

Playa de olas
Dunas de viento
El Sol en tu cara

Mar


* Tengo que añadir algo sobre la película La vida de Adèle. Con ocasión de escribir este texto, he vuelto a verla y me he llevado una gran sorpresa: ¡la recordaba distinta! Es decir, mi mente había compuesto con ella otra película, en concreto otro final, alterando para ello el orden de las escenas e interpretando a su (mi) modo otras. De forma que, he de confesarlo, la real me gusta menos que la que quedó "deformada" en mi recuerdo. Sin embargo, creo que lo anterior no cambia el hecho de haber resultado ser una obra contundentemente valiosa y basada en esa misma idea de búsqueda de autoridad que se da en la órbita Grey. Sólo que ésta la conformé yo. (Ver más en este texto que he escrito sobre la película: Había una vez un barquito chiquitito).

domingo, 1 de julio de 2018

Gris

Sam Taylor-Johnson, 2015
 (Novela: E.L. James)

No es posible el cambio si no afrontas tus antagonismos, si no los integras. Esto viene a decir mi amiga Esther Marín en La (re)evolución social a través del cine, un libro en el que analiza los cambios argumentales de las películas más taquilleras de las últimas décadas. Y, curiosamente, por él llegué a Cincuenta sombras de Grey, un fenómeno de audiencias del que me alejaban muchos prejuicios.

Pues bien, tras verla me he dado cuenta de algo singular, y es que el término discreto/a y sus derivados encajan muy bien con muchos aspectos de la película, más allá de ser, ella misma, una película discreta.

Así, la discreción (reserva, prudencia, circunspección) resulta un rasgo destacado de las personalidades de los protagonistas, de Ana y de Grey, al igual que de su relación (una relación con compromiso de confidencialidad incluido).

Lo mismo puede decirse de la sala de juegos, del chófer, de las secretarias... todo discreto.

Incluso, personajes inicialmente entrometidos como las madres de los protagonistas, o la compañera de piso de Ana, terminan manteniéndose comedidos y formales.

Por otro lado, podría parecer que la opulencia y el exceso, tan presentes a lo largo del film, son contrarios a toda discreción. Pero también caen dentro de su órbita (¿quizás por estar relacionados con su deseo oculto?). Nos lo recuerda la locución a discreción: al antojo o voluntad de alguien, sin tasa ni limitación.

En cuanto a los juegos de perversión, ¿qué tal la etiqueta de discrecionales (algo que se hace libre y prudencialmente)?

Por último, y sin dejar el diccionario, encontramos que una magnitud es discreta si toma valores distintos y separados. Sugerente, ¿no? Pensemos en las camas de los amantes, o en los futuros capítulos en formato serie que la propia película anuncia. Lo discreto como opuesto a lo continuo. La RAE nos propone un ejemplo muy apropiado: la sucesión de los números enteros (como la de los puntos en los que se divide el contrato entre Ana y Grey, o las sombras de éste) es discreta, pero la temperatura (o el color) no.

Considerando esta última acepción, el coqueteo subliminal con lo discreto (que acaba siendo atracción fatal, sino) se aprecia también en el título original en inglés, Fifty Shades of Grey, un nombre ambiguo que admite la traducción de "50 tonos de gris".

Fuente: 50sombrasspain.com


Volviendo al principio, a la discreción global, decir que para mí la película no consigue hacer magia; es decir, ajustar sus segmentos constructivos discretos a una función bella y genuina*, algo que si ocurriera los haría pasar realmente desapercibidos.

Dicho también de otra forma: en los momentos en que se necesita, a Cincuenta sombras de Grey le falta continuidad en la discreción.

O quizás es que no se podía.


*En el film, la discreción también se manifiesta en forma de servidumbre y supeditación absoluta al libro del que se parte, algo que a su vez sintoniza con una tendencia generalizada (también intra-argumental) en la que la imitación y el convencionalismo se imponen a la creatividad.



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