Throttles (reguladores de potencia) - Foto: Erik Brouwer CC BY-NC-ND 2.0 |
Parece demostrado que el joven copiloto alemán Andreas Lubitz, aprovechando la ausencia momentánea del comandante de la nave, Patrick Sondenheimer, se hizo con los mandos del avión para estrellarlo contra los Alpes, acabando con la vida de los 150 pasajeros y la suya propia.
Pronto se fueron conociendo datos sobre el autor de la matanza: 27 años; su gran afición era pilotar aeronaves, algo que finalmente convirtió en profesión («volar en los Alpes era su pasión», declaró un compañero de aeroclub); pero había sido diagnosticado de una enfermedad ocular que le obsesionaba ante la posibilidad de quedar ciego e inhabilitado; paralelamente, padecía depresiones y tenía tendencias suicidas por las que estuvo en tratamiento psiquiátrico, desequilibrio que los médicos no consideraron peligroso para terceras personas; recientemente, según algunos medios, su novia le había dejado bajo la acusación de ser «cada vez más obsesivo y controlador»; en cierto momento, dijo a alguien: «Un día voy a hacer algo que cambiará todo el sistema, y así todos van a saber mi nombre y recordarlo»; durante las jornadas anteriores al fatal episodio, Lubitz buscó en internet métodos para suicidarse; en la fecha de la catástrofe tenía prohibido el ejercicio de su profesión por indicación de un parte médico del cual no informó; durante el vuelo previo, Andreas realizó ensayos ocultos de su maniobra destructora; en el descenso que culminó con el impacto, aumentó al máximo la velocidad de la aeronave.
EQUUS
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Representación de Equus (2007, Londres), dirigida por Thea Sharrock e interpretada por Daniel Radcliffe, Fotografía de Tristram Kenton en el blog equus. |
Más de 40 años antes, en 1973, Peter Shaffer escribió Equus, obra teatral basada en un hecho real ocurrido en la campiña inglesa, y en el que un adolescente había dejado ciegos con un punzón a varios caballos en los establos donde trabajaba. (En 1977, Sidney Lumet llevó la obra al cine).
A primera vista, el suceso que inspiró Equus y el del avión de la Germanwings no parecen tener mucho más en común que el ser acciones realizadas por perturbados que originan un daño irreversible, cruel y gratuito a seres inocentes. Y ello, por supuesto, salvando las diferencias entre personas y animales.
Sin embargo, la propia Equus sugiere coincidencias más profundas entre ambos sucesos, y ello a pesar de que el dramaturgo inglés no conoció más datos sobre lo sucedido en la cuadra que los mencionados.
(Nota: en adelante se desvelan partes importantes del argumento de Equus y de otros materiales)
En la obra, Alan Stang, autor del atroz cegamiento de los caballos, los venera no obstante como símbolo supremo de libertad, hasta el punto de sentir por ellos una fascinación obsesiva. Otro personaje, el psiquiatra Martin Dysart, somete a Alan a una terapia psicoanalítica para intentar descubrir el misterio que su acto esconde; y aunque el avance del tratamiento compromete la estabilidad emocional del propio médico, finalmente culmina con el hallazgo de un elemento que, de forma sorprendente, resulta también clave en la acción de Lubitz (en razón de su supuesta incipiente ceguera): la impotencia.
Respecto a los hechos objetivos, un análisis más detallado descubre estos otros paralelismos: 1) en ambos casos las acciones son ejecutadas por personas subordinadas, sin mando; 2) las víctimas son dóciles y confiadas frente al ejecutor, quien, por añadidura, tiene responsabilidades de custodia; 3) por su parte, caballo y avión están conectados entre sí de múltiples formas: son entes “domesticados”, fruto de la cultura o conocimiento humano en pos del control del entorno, paradigmas en sus respectivas épocas del dominio de la tierra y del aire; con evocación animal también el segundo (ave de hierro), los dos requieren de un pilotaje o dirección experta ejercida "desde dentro" (integrada) y asociada a un estatus social alto, están históricamente relacionados con la economía, el poder y la guerra, y ambos, singularmente, participan de universos simbólicos comunes en torno a la potencia (fuerza, velocidad) y a la libertad (movimiento, ocio).
A primera vista, el suceso que inspiró Equus y el del avión de la Germanwings no parecen tener mucho más en común que el ser acciones realizadas por perturbados que originan un daño irreversible, cruel y gratuito a seres inocentes. Y ello, por supuesto, salvando las diferencias entre personas y animales.
Sin embargo, la propia Equus sugiere coincidencias más profundas entre ambos sucesos, y ello a pesar de que el dramaturgo inglés no conoció más datos sobre lo sucedido en la cuadra que los mencionados.
En la obra, Alan Stang, autor del atroz cegamiento de los caballos, los venera no obstante como símbolo supremo de libertad, hasta el punto de sentir por ellos una fascinación obsesiva. Otro personaje, el psiquiatra Martin Dysart, somete a Alan a una terapia psicoanalítica para intentar descubrir el misterio que su acto esconde; y aunque el avance del tratamiento compromete la estabilidad emocional del propio médico, finalmente culmina con el hallazgo de un elemento que, de forma sorprendente, resulta también clave en la acción de Lubitz (en razón de su supuesta incipiente ceguera): la impotencia.
Respecto a los hechos objetivos, un análisis más detallado descubre estos otros paralelismos: 1) en ambos casos las acciones son ejecutadas por personas subordinadas, sin mando; 2) las víctimas son dóciles y confiadas frente al ejecutor, quien, por añadidura, tiene responsabilidades de custodia; 3) por su parte, caballo y avión están conectados entre sí de múltiples formas: son entes “domesticados”, fruto de la cultura o conocimiento humano en pos del control del entorno, paradigmas en sus respectivas épocas del dominio de la tierra y del aire; con evocación animal también el segundo (ave de hierro), los dos requieren de un pilotaje o dirección experta ejercida "desde dentro" (integrada) y asociada a un estatus social alto, están históricamente relacionados con la economía, el poder y la guerra, y ambos, singularmente, participan de universos simbólicos comunes en torno a la potencia (fuerza, velocidad) y a la libertad (movimiento, ocio).
PEGASO Y BELEROFONTE
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Belerofonte y Pegaso Fuente: Wikipedia |
Y ZEUS SE AUSENTÓ UN MOMENTO
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Airbus A320 de la Germanwings - Fuente: Wikipedia |
«Dysart.- La marea está baja y tu construyes castillos de arena» (I, XIX, 82. Equus)A mi entender, en lo visto hasta el momento emergen con fuerza tres conceptos esenciales: poder, potencia y libertad.
Esta triada guarda además una relación interna observable en las definiciones de la RAE para cada uno de sus componentes (he escogido las acepciones que creo que vienen más al caso):
Poder: 1.- tener expedita la facultad o potencia de hacer algo.
Potencia: 1.- capacidad para ejecutar algo o producir un efecto. 9.- aquello que está en calidad de posible y no en acto.
Libertad: 1.- facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar.
Según las definiciones anteriores, podríamos decir que la libertad ocupa una posición bisagra entre los otros dos elementos, encargándose de regular el pasaje al acto de las potencias.
Sin embargo, históricamente, parece que ese papel de intermediación por parte de la libertad ha ido obviándose (o debilitándose), lo cual nos habría situado en un escenario cercano al cortocircuito potencia-poder y, por ende, al fundido o fusión de los conceptos que forman el sistema.
En cuanto a la libertad, suele ser "libertad" para hacer, rara vez para dejar de hacer (salvo en la represión más bloqueante, segunda cara de la misma moneda).
Por ello, no es de extrañar que encontremos un rechazo frontal si planteamos aquí la tesis de que la acción de Andreas Lubitz va asociada a una falta absoluta de libertad, pues más bien parece todo lo contrario. Pero esta apariencia se debe, como decimos, a la degradación del concepto libertad, una libertad de la que ha ido desapareciendo el componente Ley.
Sin su mediación, el poder, tan definitorio del hecho humano, es un poder que además de incendiario y forzado, pierde toda autoridad y grandeza.
«Jill.- Se llama Diamante. Es mi favorito. [...] cuando se le antoja, es veloz como el rayo» (I, XVI, 71. Equus)
Prefirió salvar a su caballo que ganar una medalla en los Juegos Olímpicos https://t.co/RoN3rfbcUO— El Huffington Post (@ElHuffPost) 14 de agosto de 2016
MY FAVORITE GAME
La confusión extrema entre poder, potencia y libertad (o desprecio a la libertad verdadera) que anuncian casos como los de Alan Strang y Andreas Lubitz, puede verse con más claridad en otro relato que resuena en dualidad con ellos. Se trata de la historia que nos cuenta el vídeo de la canción My Favourite Game, del grupo musical Cardigans (1998). Impresiona reconocer en ella muchos elementos que también rodearon la vida y la acción de Andreas Lubitz. En el vídeo vemos a una mujer joven que, despechada por lo que parece ser una ruptura sentimental, "conduce" de forma despótica y kamikaze por una carretera (freeway) de Estados Unidos después de haber forzado a fondo el acelerador de su vehículo. Como consecuencia, éste circula prácticamente sin control hacia un impacto inmediato y lesivo para ella y para otros. El antebrazo de la protagonista está vendado, sugiriendo una tentativa de suicidio previa.
En cuanto a la letra de la canción, segunda parte importante de la fuente, nos habla de un intento infructuoso de cambio de la conducta de la persona amada, a la que se reprocha falta de verdadera atención, celos y enajenación; intento que termina en arrepentimiento (y quizás renuncia) tras la lucha dramática que desencadena entre ambos.
Ante ello, sorprende el comportamiento de la protagonista del vídeo, en ocasiones en abierto contraste con lo que canta. Como si sus palabras no terminaran de ser realmente suyas. Esas incoherencias se ejemplifican principalmente en la antítesis que forman la afirmación “you're losing your mind again” (tu estás perdiendo la cabeza de nuevo) y lo temerario de su pilotaje, por no hablar del desenlace final al que éste conduce (decapitación).
Es mucho más verosímil la hipótesis de que la protagonista esté repitiendo las palabras que recibió de su pareja en la despedida, en una especie de recriminación enviada de vuelta.
Revisando el vídeo bajo esta nueva perspectiva, cabría nombrar ahora como elementos de fondo que acompañan la conducta de la protagonista de este relato-canción una ausencia experimentada como abandono y una observancia percibida como opresión. Ambos sentimientos parecen contradictorios y excluyentes entre sí, a no ser que la presión sofocante la provoque la ausencia misma, tomándose además cualquier reprobación como símbolo de ella (que puede llegar a serlo).
Todo parece remitir, pues, al estigma de una ausencia original o abandono, posiblemente acompañado, o incluso manifestado, por una exigencia intransigente.
«[Si no obedecen mi voz] yo los abandonaré y esconderé de ellos mi rostro»
Deuteronomio 31-32, Antiguo Testamento.
En los relatos vistos hasta ahora, dicha ausencia primaria estaría todavía velada.
LA MUERTE DE MIKEL
Sin embargo, pensamos que queda al descubierto en este otro documento: La Muerte de Mikel (Imanol Uribe, 1983), película cuya estructura y contenido resultará a estas alturas familiar a quien la vea, incluidos por supuesto los pasajes al acto extremos del protagonista (aunque en esta ocasión, por suerte, no termina habiendo daños irreversibles a terceros).
Mikel es un joven farmacéutico huérfano de padre y sometido al dictado de una madre que impone su juicio con mano de hierro. Mikel sufre desequilibrios emocionales y tiene problemas sexuales con su novia. Involucrado en la política local, ha sido nombrado segundo de la lista por su partido para las siguientes elecciones.
La ausencia primaria a la que nos referimos estaría señalada en el minuto 60 por el propio Mikel, cuando va al encuentro de su amigo y consejero, el médico Martín:
Mikel: ¿Sabes que ya no me presento a las elecciones? Me han quitado de las listas.
... Me han quitado porque dicen que soy homosexual, ¿qué te parece?
Martín: Que cada uno es muy libre de hacer con su vida lo que le venga en gana.
Mikel: Ya lo sé. Lo que yo te preguntaba es qué piensas realmente.
Martín: Vuelves a lo mismo de siempre. Buscas en mí una opinión que te reafirme en tus convicciones o que te las tire por tierra. Y yo no quiero entrar en ese juego. Debes tener tu propio criterio, y hacerte adulto de una vez.
Mikel: Así dicho suena muy bonito, pero tras esa postura se esconde una falta total de compromiso. Es muy cómodo pasar así por encima de las cosas, aunque eso no conduce a nada.
IT’S A HEARTACHE
Despreocupaciones o desinhibiciones que dañan, ausencias o críticas que evocan abandonos y maltratos de difícil reparación y cuya vivencia se activa en los peores momentos y circunstancias.
La libertad es normalmente entendida como opuesta a la dependencia, pero quizás no lo sea tanto. En ese caso, el problema sería más bien dar con alguien o con algo apropiado de lo que depender (para, por ejemplo, aprender a través suyo a manejar la propia fuerza).
Nos despedimos con It’s a heartache, canción de 1978 interpretada por la galesa de voz quebrada Bonnie Tyler, y cuyo título parece además querer ser la respuesta a cierta pregunta.
It’s a heartache (1978) interpretada por Bonnie Tyler
Es una punzada en el corazón, nada salvo una punzada en el corazón. Te golpea cuando es demasiado tarde, te golpea cuando estás con el ánimo bajo. Es la apuesta de un tonto, nada más que la apuesta de un tonto, de pie bajo la lluvia fría, sintiéndote como un payaso. Lo amas hasta que se te rompen los brazos, y entonces él te falla. No es justo, con amor para compartir, darte cuenta de que le traes sin cuidado. No es sensato necesitar tanto a alguien como yo dependía de ti… (traducción propia) (2)
Gemelo ciego. Máscara Tsimshian Fuente: www.historymuseum.ca |
2. Acompañando a una traducción de It’s a heartache, he encontrado en www.aquevuela.wordpress.com esta ilustrativa cita:
“El dolor, cuando no se convierte en verdugo, es un gran maestro”
(Concepción Arenal)
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